Al poner a las personas en el centro, no solo se consiguen metas organizacionales y empresariales, sino que se logra un éxito sostenible y un equipo de gran rendimiento con una base de relaciones sólidas y comunicación efectiva, creando un ambiente de trabajo más armonioso, motivador y productivo.
Cuando en alguna entrevista de trabajo me han preguntado de qué logros estaba más orgullosa en mi carrera, desde hace unos años a esta parte, siempre he respondido: de los equipos que he formado y coordinado. Y es que cuándo te consideras un@ directiv@, se dan por sentado tus competencias técnicas y empiezas a trabajar tus dotes de liderazgo que son las que te empiezan a dar resultados escalables, porque ya no eres tú sol@ el que trabaja, construyes un equipo para multiplicar trabajo, resultados y brillo.
Sin embargo, la construcción y alineación de un equipo en pro de un objetivo común, de un proyecto y un fin es complicada, es una de las tareas que más trabajo, horas y sueño se lleva en tu día a día. Al fin y al cabo, el liderazgo va de esto, a no ser que te conformes con ser un@ jef@, sientas que eres el dueñ@ del proyecto y de que tu única visión es la que sirve. Entonces, lo siguiente te va a parecer una reflexión tonta y sin interés.
Hace unos tres años empecé a leer y a trabajar sobre lo que se llama el liderazgo humanista, donde las personas están por encima de cualquier cosa. Y es una teoría muy inteligente, porque si trabajas con personas, debes atender sus necesidades de personas si quieres sacar su máximo rendimiento: su motivación, sus necesidades son prioritarias para convertirlas en equipos de alto rendimiento. Respetar a las personas y valorarlas, sacando lo mejor de cada un@, desde su situación de seguridad emocional y psicológica, un liderazgo donde los recursos son más humanos que nunca. Y esto aplica a equipos fijos o a equipos conformados para proyectos concretos.
El liderazgo humanista se centra en la dignidad, el respeto y el desarrollo personal de cada miembro del equipo. Más allá de la simple gestión de tareas, este enfoque pone a las personas en el centro, reconociendo que l@s emplead@s son seres humanos con necesidades, aspiraciones y potenciales únicos. Este estilo de liderazgo implica liderar con empatía, promover el bienestar y asegurar que cada integrante del equipo se sienta valorad@ y escuchad@, con unos retos bien claros.
Buena comunicación
La comunicación es la base sobre la cual se construyen las relaciones en cualquier equipo. Sin embargo, cuando esta es ineficaz, no se trasladan claramente las expectativas, el equipo puede volverse disfuncional, generando confusión, desmotivación y errores. La comunicación trata de construir puentes de entendimiento y confianza, así como escuchar activamente a todos l@s integrantes del equipo.
Para superar la comunicación ineficaz, es vital crear un entorno de diálogo seguro, abierto y honesto. Por mi experiencia, lo primero que debe hacerse es clarificar qué se espera de cada integrante del equipo, siempre he sido clara con los equipos y he señalado las funciones y lo que espero de cada un@ de ell@s, atendiendo a sus fortalezas y debilidades como profesionales y personas. En este momento, se entra en un espacio donde todo el equipo se siente seguro para expresar sus ideas y preocupaciones. En resumen, escucha empática y fluidez en ambas direcciones: de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba.
Falta de claridad en los objetivos
La falta de claridad en los objetivos lleva a la desmotivación y al caos organizacional. La claridad en los objetivos no solo tiene que ver con definir metas específicas, sino con asegurarse de que estas metas estén alineadas con las características de los integrantes del grupo de trabajo.
Hay muchos métodos para clarificar objetivos, por ejemplo, el método SMART involucrando a la gente en la definición de estos objetivos, asegurándose de que tod@s comprendan y compartan el propósito. Comprender el propósito ayuda a cada persona a ver cómo su trabajo contribuye y es útil, la mayor motivación.
Diversidad y personalidades
Uno de los puntos fuertes de un equipo es la diversidad y aglutinar personalidades heterogéneas para poder afrontar los retos o solución de problemas desde diferentes puntos de vista, lo que ofrece crecimiento al conjunto. Al mismo tiempo, es un desafío que cada líder gestiona de manera concreta, siempre con las personas en el centro y una cultura de inclusión y respeto. Esto implica valorar las diferencias entre miembros de manera activa en un ambiente tolerante y de confianza para que cada persona pueda expresar su punto de vista de manera constructiva y libre, sin imponer ningún molde inflexible (porque lo dice “el jefe o la jefa). Si hay una estrategia elaborada de manera conjunta y unos objetivos claros, alcanzables y medibles de manera objetiva, el campo de trabajo está servido para este tipo de equipos.
Resistencia al cambio
El cambio es una constante en cualquier organización, pero también es una de las principales fuentes de estrés y resistencia entre l@s emplead@s por el simple hecho que genera miedo e inseguridad. Sabiendo este insight, el cambio no se impone de forma autoritaria, sino escuchando y gestionando las emociones y preocupaciones de los miembros del equipo desde las primeras etapas del proceso de cambio.
Esto implica no solo comunicar claramente los motivos y beneficios del cambio, sino también escuchar las inquietudes del equipo y abordarlas con sensibilidad. Siempre he trabajado para construir una visión compartida del futuro, tanto si dirigía un proyecto concreto, como un departamento con equipo fijo, intentando que la visión se trasladase de manera inspiradora. Súper importante crear una red de apoyo emocional, reconociendo el esfuerzo que implica adaptarse a nuevas circunstancias y celebrando los pequeños éxitos que se logren en el camino.
Desalineación del equipo
Posiblemente, el reto más complejo es evitar que el equipo deje de estar alineado, tanto entre sus miembros, como con el líder. Es la causa de no trabajar en los tres puntos anteriores y no estar cercan@ y accesible.
La accesibilidad significa coordinar y trabajar desde el terreno, involucrarse en las actividades cotidianas del equipo y comprender los desafíos diarios de la operativa. Siempre he aprendido de los equipos que he gestionado, reconociendo que no tenía todas las respuestas a las dudas o los problemas que surgían. Pero, no hablo solo de conocimientos técnicos y profesionales, si no de conocimientos sobre las personas, sus motivaciones y los porqués en su modo de actuar, lo que tiene impacto en los resultados obtenidos.
Deja una respuesta